“Olvídate de Playa”. Sabias palabras, Daniel. Pero ya estoy aquí y no pienso echarme para atrás.
Salí de la estación de autobuses de la Quinta Avenida en Playa del Carmen y la recorrí sin rumbo fijo en dirección a Playa Mamitas. Ya estando aquí, realmente aquí, no sabía qué hacer. Me senté en un banquito a repasar mis targets. El más obvio era Lalo, un amigo de Seth que vivía aquí, y con quien seguramente salió el día que murió. Y después de él… no tenía a nadie en realidad. Pensaba en preguntar en los Starbucks recién abiertos, haber si de casualidad lo habían visto, pero no tenía mucha esperanza de recibir una buena respuesta. Apenas recorrí tres calles y me di por vencida. El estar parada, sola, sin una razón sólida, a media ciudad me hacía sentir estúpida y ridícula. Comenzaba a sentir las extrañadas miradas de los turistas que se preguntaban qué hacía una muchacha parada a la mitad, viendo perdidamente la empedrada calle que se perdía en el horizonte. Si claro, me iría a parar a la casa de Lalo, ¿para qué? ¿Qué le iba a decir? ¿Mis conjeturas? Dios, iba a sonar como una loca histérica, empeñada en ensuciar el recuerdo del mejor novio que había tenido. Además Lalo era su amigo, por lo que encubriría sus fechorías sin dudar.
Las calles y personas parecían contaminadas por un veneno que las volvía horribles y groseras. El color de los edificios se me antojaba seco, viejo, maltratado. El aire tenía un olor fétido impregnando ropa y piel. Un malestar en el estómago comenzó a apretarse en torno a mis intestinos, mientras me invadía un palpitante dolor de cabeza. Y de pronto, comenzaron los recuerdos, asaltándome como violentas profecías de una vida que jamás volvería a abrazarme. En cada esquina me veía con mi antiguo novio, comiendo una nieve, tomando un café, viendo tiendas, besándonos. Cuánta razón tenía Daniel. Había sido un gran error venir a Playa.
Resignada, comencé mi viaje de vuelta a la central camionera, pero me detuve en el muelle para ver el espectáculo de colores que ofrecía el atardecer. Aún golpeada por la inesperada muerte de mi novio, me aferré al orgullo que me mantenía de pie y esperé a que el sol desapareciera del otro lado de la ciudad, esperé hasta que los hermosos colores rosas, naranjas y azules de las nubes y el cielo desaparecieron. Caminé un rato más, despejada de mi obstinación por encontrar pistas de Seth, cuando, en donde menos esperaba, creí verlo de pie, oculto tras unos autos, como esperando algo o a alguien. Al parpadear, Seth desapareció de la vista. Confiando en que eran viles trucos mentales de los que Daniel me advirtió, entré a la estación buscando un camión que me alejara de ese lugar.
My life, has been extraordinary: blessed and cursed and won.
martes, 12 de febrero de 2008
Playa por primera vez
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2 comentarios:
compadre... se te fue otra vez...
Pensaba en preguntar en los Starbucks recién abiertos, haber si de casualidad lo habían visto,
...¿haber????????? Dónde se ha visto? ¡ja ja ja ja! A VER
A VER
A VER
A VER (Repásalo 50 veces para que no se te olvide. Aguas con esos detallitos porque se te van muy seguido. Saluditos
Tiene razón Pacomav con lo de "haber".
Digamos... bueno... no me hizo bien leer eso XD pero sin duda leerte como mujer es curioso.
Además... como que le falta un desenlace al cuento... ¿o es la antetrior entrada?
Debo admitir que me satisfizo esto para saber qué odna con el anterior. Mas no tanto...
Jaa na !!
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