Todo comenzó con una promesa. Y aquí estaba otra. Primero Seth y ahora Laura. Juraría que se trata de una broma si no fuera porque Laura no tiene conocimiento alguno sobre la promesa que le hice a Seth, el secreto que lo condenó, y el que ahora me atormenta estando despierto o dormido, las palabras cómplices, las palabras rendidas. “Sí, no hay pedo”.
- ¿Entonces? – me preguntó Laura.
Dudé de nuevo, reflexionando en secreto sobre los momentos en que la muerte tendía su mano seductora a los pies de mi amigo, sonriendo.
- Daniel – se mostraba desesperada.
Parpadeé para obligarme a salir de mi ensueño. Tomé el cigarrillo a medio fumar y le tiré la larga colilla cilíndrica, único vestigio del tabaco consumido por el fuego, tabaco libre y sin dueño. Negué con la cabeza, al ver la impaciencia de la niña.
- Laura, estás poniendo las cosas peor. La familia de Seth ya tiene suficientes problemas como para que tu acabes muerta también.
En realidad trataba de convencerla por una razón completamente distinta, para encubrir mis pecados.
- El perito dijo que habían encontrado el tanque casi vacío y Fercho siempre lo llena porque dice que el carro se jode si no trae más de la mitad lleno. A mí no me suena muy convincente. Si los papás de Seth se van a conformar con pensar que venían de la Zona Hotelera, allá ellos pero yo quiero investigar todo bien.
Él se fue a un antro, es todo. No podía decirlo. No sin sonar vacilante.
- Se fue a un antro y ya – respondí.
La mesera pasó a nuestra mesa y rellenó las tazas de café. Laura lo tomó con leche y azúcar. Yo lo bebí solo. Inhalé de mi cigarro.
- Pensé que me ibas a ayudar – replicó, con lágrimas en los ojos.
Me agazapé en la silla, aún más de lo que ya estaba. Tenía los pies en el asiento, las rodillas encogidas, y el cuerpo hacia un lado. Ni siquiera la veía a los ojos, detalle que a ella parecía no importarle.
- Sólo quiero seguir viviendo Laura, y no puedo si me aferro a que hay algo ahí, no puedo si sigo quitándome el sueño de a gratis.
Ella consideró la mentira como un argumento válido.
- Voy a ir de todos modos – sentenció.
Y había rastros, yo lo sabía. Si Laura buscaba en los lugares correctos, sería capaz de armar las piezas faltantes. La mera idea me aterraba, porque sería hora de apuntar el dedo, y sería contra mí.
- Aléjate de Playa, Laura. Sólo vas a encontrar memorias rotas y razones para volverte loca.
- ¿Por qué, Daniel?¿Por qué parece que le tienes miedo a Playa?
- Porque pasamos un verano maravilloso ahí, y cada rincón me llena de recuerdos que en estos momentos solo serán dagas en mi corazón. Tú llevabas cuatro meses con él, yo tenía siete años – respondí, encendido en intangibles llamas que ardían en mi pecho. Mas de mi boca, sólo brotaban murmullos sin intención.
- No me hables de tiempo, que de esos siete, tres estuvieron peleados a muerte.
- ¿Y tú qué ganas con saber?
- Paz, la paz que tú mismo estás buscando. Date cuenta que si vemos la verdad, vamos a salir más rápido de esto.
Lo dudo mucho, amiga. Inhalé de nuevo.
Terminé mi café de un sorbo y vi el reloj. Podría ser hora de ir a llorar a una tumba vacía, o tal vez no.
- ¿A dónde vas? No hemos terminado.
- Entierra todo y sal adelante. No puedo darte otro consejo Laura. Es todo lo que tengo que decirte.
Y comencé a salir. Detrás de mí, cubierta en lágrimas de furia, Laura se levantó de su asiento y azotó su taza contra la mesa, incapaz de aventármela a mí.
- ¡Puta madre Daniel, sé que había otra! – vociferó, estallando en llanto.
Así que lo sospechaba. Incliné la cabeza, sopesando mis opciones, y opté por la salida del Sanborn’s.
- ¿Entonces? – me preguntó Laura.
Dudé de nuevo, reflexionando en secreto sobre los momentos en que la muerte tendía su mano seductora a los pies de mi amigo, sonriendo.
- Daniel – se mostraba desesperada.
Parpadeé para obligarme a salir de mi ensueño. Tomé el cigarrillo a medio fumar y le tiré la larga colilla cilíndrica, único vestigio del tabaco consumido por el fuego, tabaco libre y sin dueño. Negué con la cabeza, al ver la impaciencia de la niña.
- Laura, estás poniendo las cosas peor. La familia de Seth ya tiene suficientes problemas como para que tu acabes muerta también.
En realidad trataba de convencerla por una razón completamente distinta, para encubrir mis pecados.
- El perito dijo que habían encontrado el tanque casi vacío y Fercho siempre lo llena porque dice que el carro se jode si no trae más de la mitad lleno. A mí no me suena muy convincente. Si los papás de Seth se van a conformar con pensar que venían de la Zona Hotelera, allá ellos pero yo quiero investigar todo bien.
Él se fue a un antro, es todo. No podía decirlo. No sin sonar vacilante.
- Se fue a un antro y ya – respondí.
La mesera pasó a nuestra mesa y rellenó las tazas de café. Laura lo tomó con leche y azúcar. Yo lo bebí solo. Inhalé de mi cigarro.
- Pensé que me ibas a ayudar – replicó, con lágrimas en los ojos.
Me agazapé en la silla, aún más de lo que ya estaba. Tenía los pies en el asiento, las rodillas encogidas, y el cuerpo hacia un lado. Ni siquiera la veía a los ojos, detalle que a ella parecía no importarle.
- Sólo quiero seguir viviendo Laura, y no puedo si me aferro a que hay algo ahí, no puedo si sigo quitándome el sueño de a gratis.
Ella consideró la mentira como un argumento válido.
- Voy a ir de todos modos – sentenció.
Y había rastros, yo lo sabía. Si Laura buscaba en los lugares correctos, sería capaz de armar las piezas faltantes. La mera idea me aterraba, porque sería hora de apuntar el dedo, y sería contra mí.
- Aléjate de Playa, Laura. Sólo vas a encontrar memorias rotas y razones para volverte loca.
- ¿Por qué, Daniel?¿Por qué parece que le tienes miedo a Playa?
- Porque pasamos un verano maravilloso ahí, y cada rincón me llena de recuerdos que en estos momentos solo serán dagas en mi corazón. Tú llevabas cuatro meses con él, yo tenía siete años – respondí, encendido en intangibles llamas que ardían en mi pecho. Mas de mi boca, sólo brotaban murmullos sin intención.
- No me hables de tiempo, que de esos siete, tres estuvieron peleados a muerte.
- ¿Y tú qué ganas con saber?
- Paz, la paz que tú mismo estás buscando. Date cuenta que si vemos la verdad, vamos a salir más rápido de esto.
Lo dudo mucho, amiga. Inhalé de nuevo.
Terminé mi café de un sorbo y vi el reloj. Podría ser hora de ir a llorar a una tumba vacía, o tal vez no.
- ¿A dónde vas? No hemos terminado.
- Entierra todo y sal adelante. No puedo darte otro consejo Laura. Es todo lo que tengo que decirte.
Y comencé a salir. Detrás de mí, cubierta en lágrimas de furia, Laura se levantó de su asiento y azotó su taza contra la mesa, incapaz de aventármela a mí.
- ¡Puta madre Daniel, sé que había otra! – vociferó, estallando en llanto.
Así que lo sospechaba. Incliné la cabeza, sopesando mis opciones, y opté por la salida del Sanborn’s.
1 comentario:
A ver... iba leyendo y de pronto me paralicé con el sintagma "tumba vacía".... eso... me genera muchas dudas... recuerdo que algo habías dicho del proyecto Vampire... no sé... porque eso explica por qué Laura creyó verlo... ok... tus textos me doparon... pese a que no me guste leer de personas muertas... quiero saber qué cemoneos pasa aquí.
Jaa na !!
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