Hace tres semanas hice el último pago de inscripción que espero tener en la Universidad Anáhuac. Luego de un año de ausencia, mi retorno al Alma Máter tiene un sabor incómodo que me deja claro que ya no debería estar ahí. De ahí que ahora no entiendo a todos los fósiles que gustan de permanecer anclados a una carrera y campus que pronto te da la espalda, que te desconoce, que prefiere y consiente a los de nuevo ingreso.
Claro que no he llegado a ese punto, pero el sólo hecho de ya no saludar y ver las caras que crecieron junto a ti, de entrar a una jungla desconocida con caras demasiado jóvenes y distintas a las de tu época es signo suficiente para acordarme que debo salir este mismo año de la carrera.
Me siento muy feliz de poder culminar los estudios, pero la actitud en general sobre este hecho sigue siendo “¿dos materias?, no ma…”.
