Desperté alrededor de las doce del día. La casa desierta. Mi cuarto convertido en una pocilga para puercos. Me deprimía abrir los ojos, bajar y encontrar el refri lleno de comida caducada. Tallándome los ojos, salí al balcón a fumar un cigarro. El humo del tabaco mitigaba un poco el hambre que sentía. No había comido nada desde la mañana anterior, debido en parte al ajetreo sufrido durante todo el día. Laura y sus preguntas me obligaron a quedarme con mi café, no iba a quedarme a engullir un caldo tlalpeño con sus insistencias de ir a Playa. Y después de ahí, digamos que la tristeza desvaneció la presencia del hambre, hasta que mi madre me despertó. Ahora, trataba de saciarme con el puro humo, cosa que sólo me acarreó fuertes mareos. Pasé la mañana en mi cuarto, aburrido, desesperado, acorralado. El dolor de la pérdida abatía mis esfuerzos por seguir adelante, me arrebataba las esperanzas de vivir. No quería pensar en la pendejada de que todo me recordaba a Seth, por lo que me abstenía de tocar todo aquello que me recordara a Seth. Terminé dormido de nuevo, acostado a lo ancho de la cama, con mi rostro hundido en un peluche de Scooby Doo y el cabello cubriéndome completamente el rostro. Me resignaba a saber cualquier cosa del mundo. Al menos por ese día.
1 comentario:
Cada que voy leyendo de este tema más se me antoja saber de ello.
"No quería pensar en la pendejada de que todo me recordaba a Seth, por lo que me abstenía de tocar todo aquello que me recordara a Seth".
Yo que tú quitaba el último Seth y lo dejaba como mero pronombre.
Jaa na !!
Publicar un comentario