My life, has been extraordinary: blessed and cursed and won.


viernes, 18 de enero de 2008

Segundo capítulo del prólogo de Flare Of The Phoenix:Triunfo en las Tinieblas

Había un tétrico lugar al este del continente, un lugar al que nadie se atrevía a entrar. Se decía que era el origen de la maldad del mundo, el lugar de donde todos los demonios nacían para asolar las tierras de los Hombres. Se trataba de Durfernolth, la boca oscura del Infierno. El único acceso a las planicies que componían la explanada del Castillo Dur, la prisión Bandcaran, y el lago Amarthaelin, era el pabellón Khelek, un gigantesco pasillo tormentoso compuesto del hielo más frío, resistente y filoso de Urantia. Garleth caminaba por ese pasillo, lo más aprisa que una criatura como él podía correr. La bolsa rebotaba con el movimiento de sus piernas desnudas, ahora entumidas por el frío.
- ¡Garleth Ictiopus! – aulló.
El pasillo Khelek se acortó, reduciendo su distancia a sólo unos metros. Entró en las planicies Dur. Las dos lunas de Urantia alumbraban con fuerza el vasto espacio, revelando a la solitaria criatura corriendo hacia el Castillo Dur.
Treinta y cinco minutos después, Garleth abrió las puertas del vestíbulo de la ciudadela de Dulfernoth. El gigantesco salón se encontraba vacío, las paredes de fría roca, desnudas, las lozas del piso perfectamente pulidas. La única luz que permitía distinguir tan singulares rasgos decorativos provenía de dos candelabros con velas negras, situados cada uno en a un lado del imponente trono que coronaba el vestíbulo. Este, de dimensiones gigantescas, y con una pesada decoración gótica, era capaz de provocarle la muerte a los enfermos del corazón, desmayos a los esclavos de la fortaleza, y un halo de divinidad diabólica a la única criatura que osaba sentarse en su blando cojín de terciopelo negro, tan suave e inmaculado como el día en que lo colocaron en la base.
La figura, envuelta en una túnica negra, encapuchada, y provista de guantes metálicos era apenas alumbrada por la luz violeta de las velas. Ningún adorno confirmaba su rango como amo y señor de las oscuras tierras de Dulfernoth. No llevaba corona, ni anillos, atavíos o cualquier otro adorno comúnmente visto en los gobernantes humanos. Lord Delgurth se proclamaba como una encarnación de la oscuridad que todos los seres llevan dentro de sí. Su constitución física resultaba muy difícil de describir. Cambiaba de composición a placer; podía traspasar un estado tan sólido como el concreto, a uno gaseoso como el vapor de agua. Podía ser acariciado escurrirse de las manos de una persona, todo dependía de sus deseos. Además de las ventajas obvias que esta transmutación le representaba, adquiría otras cualidades tan inusuales como prácticas. Su cuerpo reflejaba la luz sólo cuando él lo deseara. Sentado en su trono, y con los candelabros de pie tan cerca de su trono, apenas podían ser distinguido. Daba la impresión de absorber la luz que emitían los pabilos. Y así era. Para aquellos iniciados en las ciencias de la astronomía, esta cualidad les puede asemejar un cuerpo celeste que presenta una característica muy similar, un agujero negro.
Pero en ese momento, Lord Delgurth no estaba de humor como para pasar desapercibido. Su cuerpo, totalmente sólido, descansaba cómodamente sobre su cojín de terciopelo. Tenía los brazos apoyados sobre los descansabrazos, tallados de tal manera que parecía que acariciaba el cráneo de una maltrecha y torturada persona, que alzaba el rostro hacia el cielo lleno de dolor. De hecho, el trono entero parecía emular una escena de las primeras guerras. A Lord Delgurth le encantaba la idea de descansar siempre sobre sus enemigos caídos. Su cabeza, recargada sobre una almohadilla colocada en el respaldo, del mismo color que el cojín, ofrecía un semblante bastante tranquilo y apaciguado. Cuando Garleth abrió las puertas del vestíbulo, el Daerauko supremo alzó la cabeza, para identificar al recién llegado, y sujetó su cetro sin orbe con firmeza, que hasta ese momento, descansaba sobre el trono. Le hizo una señal con la mano libre, para que se acercara. Garleth, a paso torpe, se acercó con presteza. Metió la mano en el bolso, y extrajo el orbe robado. Hincándose, le presentó el tesoro a Lord Delgurth. La alta figura se levantó de su trono y bajó los pequeños peldaños que le otorgaban unos centímetros de elevación sobre el resto del salón. Se inclinó y tomó el orbe. Lo levantó contra la luz, esperando ver algún destello de vida. El orbe permaneció inmutable. Dentro de la oscuridad de la capucha, dos ojos brillaron con un fulgor rojo. Soltaron una llamarada que se perdió en el aire. Colocó el orbe en la punta del cetro, en un espacio circular con las dimensiones exactas. Cuatro garras metálicas colocadas en las cuatro direcciones del viento se cerraron cuando el orbe fue colocado. El señor oscuro regresó a su trono.
- Garleth, me has servido bien. Tu recompensa será enorme, éste es el orbe que busqué por todos lados – la voz de Lord Delgurth sonaba como un eco grave y poderoso.
- Gracias Lord Delgurth, es un honor servirlo – respondió Garleth. Comparada con la voz del señor oscuro, los susurros de Garleth sonaban asquerosos y patéticos.
- Ahora vete, necesito estar a solas con los Daeraukos.
- Sí, mi señor.
Cuando Garleth salió de la habitación, los Daeraukos, los demonios de las sombras, salieron de sus escondites. Las velas arrojaban poca luz en el vestíbulo del señor oscuro. Los Raukos salieron de cualquier rincón sombrío. El esconderse e infiltrarse entre las sombras era una de sus habilidades especiales. La reunión de las sombras dio inicio. Delgurth, levantó una mano, y comenzó su discurso, sosteniendo la clave de su victoria, la Lágrima del Wyvern arrebatada al señor de Orgothel.
- Mis vasallos, mis hermanos de la oscuridad. Mis leales comandantes, los grandes Raukos, estamos parados al borde del fin de la era de los seres humanos. Mientras tenga en mi poder el más poderoso de los Urantiums la derrota nunca asomará su rostro. Celebremos esta noche la victoria obtenida.

1 comentario:

Ometopía dijo...

Si tu narración es de tipo: "les contaré lo que pasó en otro mundo", ignora lo siguiente; empero es "les contaré lo que pasó en este mundo" noto ciertos errores de estilo muy clásicos en la narrativa fantástica.

"Este, de dimensiones gigantescas, y con una pesada decoración gótica, era capaz de provocarle la muerte a los enfermos del corazón [...]"
Si pones esto.... el estilo gótico deberá aparecer en tus narraciones, justificando cómo se llamó 'gótico'. El Gótico fue un movimiento estético de ESTE plano... el adjetivo 'gótico' por sí mismo es libre de usarse, sólo quita el hecho de que parezca ser como la corriente artística de nuestra realidad.

"Para aquellos iniciados en las ciencias de la astronomía, esta cualidad les puede asemejar un cuerpo celeste que presenta una característica muy similar, un agujero negro"
Sólo si hay astronomía y se conocen los agujeros negros en el conocimiento colectivo de tu universo... se permitiría una descripción tan terrena.

"Cuatro garras metálicas colocadas en las cuatro direcciones del viento se cerraron cuando el orbe fue colocado"
Podrías omitir el primer "cuatro". Suena redundante y cacofónico. "Garras metálicas colocadas en als cuatro direcciones del viento [...]" o algún trato similar, pero repetir, al menos para descripciones así se escucha mal... déjalo para momentos de tensión, no de reposo, como "cuatro. Cuatro habían sido los intentos que hizo. Cuatro veces lanzó su flecha. Cuatro veces falló"

Y por último (qué pinche lata, has de decir) me genera duda, por qué pones "Humanos" al inicio, con mayúscula, y al final de capítulo con minúscula. Siendo que hablas de lo mismo... dale una checada a ello si no... es un error algo... básico.

Además de ello, tu texto me gustó mucho. Usas referentes chidos. Me está gustando. Quiero saber más...

Si tienes mínimo 60 páginas puedes meterlo en concurso de novela... o algún otro proyecto... considéralo

Jaa na !!