Contagiado por una melosa melodía
Contemplo a la otrora corriente
Convertida en un torrente.
Fluye sin darme un respiro
Me acosa
Me contagia
Me inunda
Me consume
Y no puedo estar más agradecido
Por primera vez, no me quiero detener
Necesito avanzar
Entre profecías y señales me debato
Si el futuro inmediato no será truncado
Y mis sueños arrrasados
Por tsunamis de pesarilla
O terremotos esperados.
Y entre lo incierto está lo cierto:
No me voy a detener.
Porque al fin soy "Almost Aldous".
My life, has been extraordinary: blessed and cursed and won.
lunes, 8 de marzo de 2010
lunes, 1 de marzo de 2010
Día 060/2010. De la tinta que vuelve
La tinta corre de nuevo
Fluida, amena, sin detrimentos
Se mezcla con mi sangre
Gestando una nueva fuerza vital
Llega con bríos hasta mis dedos
Los mueve, manipula y controla
Y ellos expresan, poseídos
Con palabras tomadas, o robadas
La voluntad de mi espíritu
Fluida, amena, sin detrimentos
Se mezcla con mi sangre
Gestando una nueva fuerza vital
Llega con bríos hasta mis dedos
Los mueve, manipula y controla
Y ellos expresan, poseídos
Con palabras tomadas, o robadas
La voluntad de mi espíritu
Te odio, Cancún: viaje en camión
II
El transporte público resulta en ocasiones un buen lugar para sentarse por horas y pensar, mientras los escenarios cambian constantemente. No suelo hacerlo a menudo, pero cada vez que dispongo del tiempo y el humor, me arrojo sin pensarlo mucho. Los autobuses, si tan sólo tuvieran conciencia y algún modo para plasmar sus observaciones en papel, se convertirían en los mejores testigos del diario acontecer. Personas de toda clase social los abordan a diario, unos por costumbre, otros por necesidad, y alguno que otro por imprevistos o emergencias. Y todos ellos seguramente tendrán historias que contar. Pero sólo aquellos que logramos observar más allá de la propia barrera del ego, podemos percatarnos de lo mucho que sucede a bordo de los autobuses.
Señoras con bebés en brazos y tres chilpayates más danzando alrededor, con preguntas ignoradas y observaciones hechas al aire, esperando vagamente una que otra respuesta a sus múltiples inquietudes, se suben en horas de escuela, ya sea de mañana o de tarde. Las madres con el rostro apesadumbrado, pensando en todo menos en lo que tienen enfrente, preocupadas por problemas tan vitales, que le restan importancia a las demandas del momento, las únicas que los hijos consideran importantes.
Trabajadores de clase media, la mayoría inmigrantes, se deprimen entre sueños rotos y menesteres que nunca imaginaron tener. La vida suele ser tan simple cuando te arrojas a la aventura, y tan difícil cuando la fantasía empieza a cobrar sus deudas. De tener la confiancita les diría: ni modo mano, aquí te tocó estar y trabajar. Preferiste la chamba dura al estudio disciplinado, el dinero fácil a la preparación para ocupar el puesto gerencial que tanto dominas. Pero no lo hago. Me limito a imaginar qué carajos les pasa por la mente cada tarde, cuando abandonan la opulencia del hotel para chocar directamente contra la miseria del hogar en la doscientos y cacho. Algunos deben ser felices con lo que tienen: alcohol en quincena y futbol cada domingo, entresemana también cuando se trata de torneos poco comunes. Por eso odio el futbol y los antros, pero quizás eso es tema de otra reflexión. Por el momento los imagino llegar con sus esposas o juntadas, mujeres que quizás los quieran pero que difícilmente los amen o los aprecien de verdad. La necesidad de escapar a la soledad los une, pero nada más. Los solteros sin rutina podrían pasar mejores ratos como amantes de las menospreciadas amas de casa. Enseguida huelen a las féminas aburridas y despechadas, que buscan el falso cariño con tal de tener unos brazos que rodeen sus cinturas y las hagan sentir un poco del aprecio que ni ellas mismas se tienen. A las mujeres les va peor. Si no tienden las cómodas camas con costosas colchas en cien o doscientas habitaciones al día, contestan el teléfono y reciben a los felices turistas que buscan un escape a sus propios problemas en esta ciudad. Siempre con una falsa mueca que intenta esbozar una cálida bienvenida.
Cancún les sirve a los fugitivos, pero no tiene quien le sirva cuando busca su propio escape. O tal vez sí. Camas de motel y alcohol barato, las ofertas más redituables a lo largo de la Portillo, y el proletariado puede darse por bien servido. O tal vez no. Los suicidios lo confirman. Qué asco.
Te odio, Cancún
I
Me lo pregunto a cada rato. Cuando tardo cuarenta minutos en avanzar de la Plaza de Toros al inicio del Boulevard Kukulcán. Cuando veo la continua destrucción del manglar. Cuando me digno a voltear en dirección opuesta a la que apuntan los medios de comunicación para tapar el escándalo, y vaya que hay muchos. Cuando la indiferencia plaga las calles. Cuando veo que el restaurante al que ya le había tomado cariño está siendo reemplazado por un Vips, o un Sanborns o peor aún, por un Oxxo. Cuando veo un sinfín de plazas comerciales con decenas de oficinas y locales en renta, compitiendo por los visionarios empresarios, sin querer bajar sus precios ni extender facilidades de pago.
Pero vamos, no es tan malo, suelo decirme. A final de cuentas, esta es la ciudad a la que me trajeron de vacaciones hace 17 años y de la cual nunca me fui. La ciudad que me fue implanta, con todo lo que conlleva: casa, escuela, amigos… el universo entero para un niño de siete años. Pero bueno, equis, me digo, avancemos, de todas maneras, me gusta el mar y la playa. Estoy en el paraíso, en el lugar envidiado por todos. Y si es así, ¿por qué lo odio?
Dicen que Cancún te abraza o te vomita, y yo siempre pensé lo segundo. Pero hasta hace unos años, me di cuenta que en realidad, me hizo las dos. Primero me abrazó, titubeando, dándome pocas comodidades y amigos reales. Luego se hizo más intenso, y los primeros atisbos de un gran confort se asomaron en mi vida, que, entre la aceptación y la costumbre terminaron por derivar en una cierta comodidad de película. Si bien no todo era bueno, tampoco todo era malo, y de esa mezcla logré producir un gran aprendizaje en la vida de los cancunenses.
Pero luego sucedió algo que ni yo mismo pensé que sucedería: la ciudad dejó de pertenecerme. De un momento a otro ya no podía sentirme amo y señor de las calles, ni podía presumir de mi excelsa brújula que siempre encontraba su ruta y destino. Ya no me sabía los nombres de todas las escuelas particulares de Cancún y el perfil psicológico de quien en ellas estudiaba (Cumbres=fresas, Da Vinci=rezagados y frikis, Alexandre=corruptos, Británico=matados, etc.). tampoco me sonaban ya los nombres que una vez fueron populares para mi generación, y los antros de la ciudad se multiplicaron tanto, que ya tampoco podía decir “ya fui, está chido” ó “ahí esta caro”. No, la ciudad que se alzaba ante mí una mañana ya no era el Cancún que entre amor y odio le había tomado una cierta estima especial. Los límites se habían extendido más allá de las rutas 4 y 5, las escuelas se multiplicaban y las calles se infestaba de un pesado tránsito, y todos estos cambios se sucedían tan rápido que ya no atinaba a pedir un “tiempo fuera” para actualizarme con todos los cambios.
Estos cambios respondían a un sencillo hecho: cada día más personas llegaban a pedir trabajo y oportunidad en Cancún, trayendo consigo familia y deudas. Ricos y pobres, visionarios y subordinados, se fueron apropiando de los grandes pedazos de tierra que yo aún consideraba virgen, detonando los factores antes mencionados, y con ello, una serie de problemas sociales de los que no quise enterarme hasta que fue demasiado tarde.
domingo, 7 de febrero de 2010
Día 038/2010. Del Instante
Felicidad le espera a aquel que logra divisarlo. Oculto entre los millones de momentos que fugaces se escurren por entre las comisuras de los ojos, se halla el Instante, el Momento Perfecto, la única postal que nos llevaríamos al Fin del Mundo como único tesoro de nuestro discurrir por el plano del sufrimiento.
El Instante, retratado sin querer, atesora el presente, el futuro, el conocimiento y la voluntad, todo ello cifrado entre formas y colores, sonrisas y contornos etéreos. Y es en ese instante, cuando el Testigo debe identificar cada elemento e hilarlo todo hacia la determinación perfecta, logrando con ello un efímero esbozo de la perfección y la felicidad que nos aguardan al otro lado del túnel.
De lograr tal hazaña, una gran melancolía y añoranza se abalanzarán sobre su corazón, inundándolo con unas profundas ansias por decantar sus penas y pecados, para así, fundirse por un momento con la felicidad y la dicha encontrada en el Instante.
En ese momento, el cielo explotará y el suelo se desvanecerá, quedando por siempre impregnado del agriducle sabor del Instante en la boca, el Testigo lo saboreará, entenderá, lo atesorará, pensando en que ese Instante lo es todo y el mundo no es nada, que la grandeza de su alma ha trascendido las barreras de sus huesos.
Como iluso se sentirá al percatarse de que el Instante nunca pudo ser atrapado, de que se escapó con todo el significado y toda la intención que lo convertían en la esencia más pura de la vida. Se habrá ido sin remordimientos ni despedida, alejado por siempre del plano material que atrapa al espíritu en una red de estereotipos y paradigmas y axiomas.
Y la única evidencia de la existencia del Instante será una estela agridulce en la garganta, el inconfundible sabor de una nostalgia de saberse, aunque fuese por un segundo, la persona más feliz de la Tierra.
martes, 26 de enero de 2010
Día 026/2010. De los uebos
He aquí algunos puntos que me han tenido ausente de este blog:
1. El batazo del concurso me dejó deprimido.
2. He pensado si solo soy un wannabe jugando a que quiere escribir.
3. Siento que estaré estancado en este trabajo para siempre.
4. Me pone de nervios que solo me quede una carta para jugar... la entrada a la Sogem.
5. NECESITO un road trip... pero para eso necesito varo.
9. Es menester que vuelva a confiar en mi pluma...
... antes de que inicie mayo.
1. El batazo del concurso me dejó deprimido.
2. He pensado si solo soy un wannabe jugando a que quiere escribir.
3. Siento que estaré estancado en este trabajo para siempre.
4. Me pone de nervios que solo me quede una carta para jugar... la entrada a la Sogem.
5. NECESITO un road trip... pero para eso necesito varo.
9. Es menester que vuelva a confiar en mi pluma...
... antes de que inicie mayo.
domingo, 3 de enero de 2010
Día 003/2010. Conservación de la amistad
Los quiero.
Los valoro.
Los atesoro.
Los defiendo.
Me olvido de ellos.
Me preocupo.
Volteo.
Ahí siguen.
Cuánto tiempo más.
No lo sé.
Por eso, los hago valer.
Cada saludo, el más cálido.
Cada plática, la más sincera.
Cada sonrisa, la más honesta.
Cada despedida, la más emotiva.
Cada amanecer agradezco a la vida
A la fuente vital
Por los grandes amigos que tengo.
Y que esá en mí conservar.
Los valoro.
Los atesoro.
Los defiendo.
Me olvido de ellos.
Me preocupo.
Volteo.
Ahí siguen.
Cuánto tiempo más.
No lo sé.
Por eso, los hago valer.
Cada saludo, el más cálido.
Cada plática, la más sincera.
Cada sonrisa, la más honesta.
Cada despedida, la más emotiva.
Cada amanecer agradezco a la vida
A la fuente vital
Por los grandes amigos que tengo.
Y que esá en mí conservar.
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