Es tanto el odio que muchos sentimos hacia la política de México, que hemos dejado de condenar los atentados contra los esbirros de este sector, y hemos comenzado a aplaudir a quien quiera que esté detrás de todo. Para muchos, el narco no es el enemigo, son aquellos que nos quitan el dinero para llevárselo a sus bolsillos.
Esos magos que desaparecen presupuestos otorgados por terceros, préstamos que nunca se pagarán, partidas con un destino en concreto, y que a la mera hora no alcanzan ni para un tercio de lo cometido en el plan original.
Lo ocurrido hace días con el candidato panista en Tamaulipas cimbra a esta elite que se siente ungida por los aceites divinos de Dios, que de alguna manera, con los cargos conseguidos, han dado un salto en la escala evolutiva para posicionarse muy por encima de los simples mortales. Temen porque a los asesinatos los acompaña un mensaje que les recuerda su propia vulnerabilidad, esa condición humana que tanto trabajo les ha costado ocultar con muros, guardaespaldas y vidrios blindados. Hoy es un aspirante cualquiera, pero mañana podría ser el presidente mismo.
Peor señal debe ser la desaprición de Diego Fernández de Cevallos, un poderoso hombre con más enemigos que el anterior baleado, y que se postró en una esfera más alta y omnipotente, por supuesto. Peor, porque se trata de un claro mensaje que alcanza al presidente mismo, ausente del país por compromisos más importante que la seguridad de los miembros de su propio partido - porque la del pueblo, como siempre, le vale madres.
Ahora que ya no se trata de familias pobres en supuestos fuegos cruzados, ahora que los ricos y poderosos que juegan a los dados con la nación la están sintiendo cerca, espero que tengan un destello de lucidez y reflexionen que estos momentos de angustia han pasado por los corazones del pueblo cada día de cada mes, desde hace ya varios siglos.
Por primera vez, el sentir del pueblo se ha logrado colar en el sentir de este asqueroso cochinero de gente enfocada en su propio bienestar, que sale a dar la cara diciendo que están luchando por el poder. Bien por la situación.
Personalmente, espero que se ponga peor para estas personas. Espero, por el bien del pueblo, que sientan los huevos en la garganta al menos una vez en su vida. Que vean lo que es estar en peligro de muerte, amenazado por desconocidos. Que sientan lo que es caminar en la oscuridad, tanteando paredes ensangrentadas, caminando sobre inmundicia mientras se buscan las migajas que estos finísimos políticos tiran desde los altos ventanales de sus mansiones.
Tambien espero, con cierto remordimiento por lo crudo del comentario, que la cabeza de Diego Fernández de Cevallos aparezca en lo alto de un asta, para que todos vean que su clase no es un colectivo de deidades inalcanzabls, sino que son personas comunes y corrientes, que sangran y mueren, y de esta manera pueda haver un verdadero cambio en el país.
Espero, finalmente, que no sea el último político al que secuestren y ejecuten. Que le sigan otros tantos monstruos de carne y hueso como Elba Esther Gordillo, Salinas de Gortari, Greg Sánchez, Bazbaz (como se escriba), Peña Nieto, y todos aquellos que estén moviendo los hilos detrás de la cortina negra.
Deseo que llegue una época en la que vergüenza provoque decir que uno es diputado, senador, o presidente municipal, gobernador y hasta presidente. Que lleguen días en los que estas figuras pierdan la importancia y el poder que nosotros mismos les hemos conferido.
Y que llegue, finalmente, el día cuando podamos reclamar el verdadero significado de la palabra DEMOCRACIA, y sea usado con dignidad y exactitud por lo que representa, y no por lo que se le quiere forzar a representar.
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