Muerte a los emos, se decía el año pasado.
Muerte a ellos, y no a otros, por el miedo.
Porque son distintos.
Y todos odian lo distinto.
Porque no se comprende a simple vista.
Como los sentimientos, las EMOciones.
La vorágine de contracciones estomacales
que nos hace recordar cuán humanos aún podemos ser.
Lo humano nos repugna.
Como el arte, el socialismo.
Venga lo digital, lo intagible.
Venga la frialdad tecnológica.
La fortaleza artificial.
Refugiémonos tras el Messenger.
Hablemos por Facebook.
Manifestémonos en menos de 140 palabras.
Al fin y al cabo, ¿a quien le importa?
Somos demasiados como para que nos importe
lo que hagan uno o dos.
Mientras no me afecte.
Mientras me dejen en paz.
Todo esta bien.
Así es. Todo, todo.
Y en verdad, nada lo está.
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