jueves, 28 de febrero de 2008
Pobre.. pobre Inspiron
Actualización de mi vida escolar
Preciousss....
martes, 12 de febrero de 2008
Eclipse de la Vida A.K.A. Proyecto "Vampire".
El proyecto solía llamara "A Vampire Tale", y su título oficial cambiaría eventualmente de "Vampire" a "El Legado de Sangre" y otros más que no hicieron mella en mi memoria. Escribí más de 240 cuartillas en Word del primer borrador, hasta que finalmente acepté su ineficacia como una noveka sólida, archivé el proyecto, y me moví hacia otras cosas (como el inicio de mi trilogía de los Niños Índigo y los primeros bocetos de mi saga de Flare of the Phoenix).
El proyecto quedó a la deriva hasta hace poco, cuando unas gotas de inspiración resucitaron la historia y a mi querido personaje Seth. Así que, sin más preámbulos, aquí esta un pequeño vistazo (ó será... lecturazo??) a la resurección de Vampire.
P.D. El Prólogo comprende todas las entradas hasta donde comienzo a hablar de la escuela.
PRELUDIO A LA OSCURIDAD
Dios, dios, dios. ¿Qué fue lo que te pasó, amigo? ¿Qué fue lo que te pasó de verdad? madre, Seth. Puta madre. Ojalá descanses en paz, porque aquí nadie lo hace. Hace poco me encontré con tu mamá, y por poco no la reconocí. Está completamente demacrada. Parece una viejita de setenta y tantos años. Es increíble como le ha pegado esto. No. Cómo nos ha pegado a todos.
No regresé a la misma escuela. Simplemente no pude dar un paso dentro. Es… es… este dolor… esta agonía constante… simplemente ya no puedo más.
Siete años, hermano. Siete años pasé a tu lado. No tuve ni dos minutos para despedirme. Que extraño y que curioso, en verdad. Fueron siete los minutos que llegué tarde, siete minutos que nunca recuperaré, siete minutos que truncaron mi oportunidad de verte por última vez. Hermano, si de alguna manera te sirve de algo, adiós. Por última vez, adiós.
Escape
- Hola, eh… sólo quería saber si puedes salir hoy en la noche. Sólo quiero hablar un rato, estos días han sido mortales para mí. Siento que me voy a volver loco. No se si sea una indiscreción, a estas alturas y como se dieron las cosas. Espero que no tengas resentimientos. Sólo quiero platicar, Laura. Estoy muy confundido. Gracias, bye.
El buzón del número de Laura guardó el mensaje. Daniel guardó su celular en el bolsillo del pantalón. Se miró en el espejo durante unos segundos, examinando su terrible aspecto cadavérico. Se colocó una gorra para ocultar sus rasgos demacrados, tomó su chamarra y salió de su cuarto.
En las escaleras, sus padres le preguntaron a dónde iba.
- Sólo a caminar un rato, mamá – les contestó.
- Daniel – su madre lo miró seria y fijamente – no quiero que vuelvas a entrar al panteón. Por favor, no quiero sacarte de los separos otra vez.
Los ojos de Daniel, inundados de una agonía ahora habitual, la miraron detenidamente. Tú no entiendes, le gritaban. Su madre estaba segura de haber comprendido el mensaje.
- Por favor – le repitió.
Daniel salió de la casa sin responder. Se colocó su rompevientos y se subió el cierre hasta el pecho. Introdujo su mano en una bolsa del pantalón. Sacó de ahí una cajetilla y un encendedor de combustible. Echó a andar por la acera de su calle hasta perderse en la esquina.
Apuesto a que nunca soñaste con esto, ¿verdad? Nunca pensarías que después de las jodas que te daba por tus vicios, alguna vez adoptaría uno de los tuyos. Puta madre. Yo tampoco lo pensé. Puta madre. Como te extraño, hermano. Me haces una pinche falta como no tienes idea, cabrón. Todo se siente tan raro ahora que ya no eres parte de este contínuo devenir. Mi vida social ha perdido el sentido que tenía. Ya no me interesa estar con nuestros amigos como antes. Aunque bueno, nunca fueron más amigos míos que tuyos.
Encuentro
- ¿Entonces? – me preguntó Laura.
Dudé de nuevo, reflexionando en secreto sobre los momentos en que la muerte tendía su mano seductora a los pies de mi amigo, sonriendo.
- Daniel – se mostraba desesperada.
Parpadeé para obligarme a salir de mi ensueño. Tomé el cigarrillo a medio fumar y le tiré la larga colilla cilíndrica, único vestigio del tabaco consumido por el fuego, tabaco libre y sin dueño. Negué con la cabeza, al ver la impaciencia de la niña.
- Laura, estás poniendo las cosas peor. La familia de Seth ya tiene suficientes problemas como para que tu acabes muerta también.
En realidad trataba de convencerla por una razón completamente distinta, para encubrir mis pecados.
- El perito dijo que habían encontrado el tanque casi vacío y Fercho siempre lo llena porque dice que el carro se jode si no trae más de la mitad lleno. A mí no me suena muy convincente. Si los papás de Seth se van a conformar con pensar que venían de la Zona Hotelera, allá ellos pero yo quiero investigar todo bien.
Él se fue a un antro, es todo. No podía decirlo. No sin sonar vacilante.
- Se fue a un antro y ya – respondí.
La mesera pasó a nuestra mesa y rellenó las tazas de café. Laura lo tomó con leche y azúcar. Yo lo bebí solo. Inhalé de mi cigarro.
- Pensé que me ibas a ayudar – replicó, con lágrimas en los ojos.
Me agazapé en la silla, aún más de lo que ya estaba. Tenía los pies en el asiento, las rodillas encogidas, y el cuerpo hacia un lado. Ni siquiera la veía a los ojos, detalle que a ella parecía no importarle.
- Sólo quiero seguir viviendo Laura, y no puedo si me aferro a que hay algo ahí, no puedo si sigo quitándome el sueño de a gratis.
Ella consideró la mentira como un argumento válido.
- Voy a ir de todos modos – sentenció.
Y había rastros, yo lo sabía. Si Laura buscaba en los lugares correctos, sería capaz de armar las piezas faltantes. La mera idea me aterraba, porque sería hora de apuntar el dedo, y sería contra mí.
- Aléjate de Playa, Laura. Sólo vas a encontrar memorias rotas y razones para volverte loca.
- ¿Por qué, Daniel?¿Por qué parece que le tienes miedo a Playa?
- Porque pasamos un verano maravilloso ahí, y cada rincón me llena de recuerdos que en estos momentos solo serán dagas en mi corazón. Tú llevabas cuatro meses con él, yo tenía siete años – respondí, encendido en intangibles llamas que ardían en mi pecho. Mas de mi boca, sólo brotaban murmullos sin intención.
- No me hables de tiempo, que de esos siete, tres estuvieron peleados a muerte.
- ¿Y tú qué ganas con saber?
- Paz, la paz que tú mismo estás buscando. Date cuenta que si vemos la verdad, vamos a salir más rápido de esto.
Lo dudo mucho, amiga. Inhalé de nuevo.
Terminé mi café de un sorbo y vi el reloj. Podría ser hora de ir a llorar a una tumba vacía, o tal vez no.
- ¿A dónde vas? No hemos terminado.
- Entierra todo y sal adelante. No puedo darte otro consejo Laura. Es todo lo que tengo que decirte.
Y comencé a salir. Detrás de mí, cubierta en lágrimas de furia, Laura se levantó de su asiento y azotó su taza contra la mesa, incapaz de aventármela a mí.
- ¡Puta madre Daniel, sé que había otra! – vociferó, estallando en llanto.
Así que lo sospechaba. Incliné la cabeza, sopesando mis opciones, y opté por la salida del Sanborn’s.
Cementerio
A las dos de la mañana, Cipriano Gómez hizo su ronda obligatoria a través de todo el cementerio, seguro de que encontraría al muchacho dormido junto a la lápida del adolescente quemado. Con una mueca de tristeza auténtica, lo cubrió con un grueso sarape que había comprado ese mismo día. El muchacho era inofensivo, sólo necesitaba tiempo para superar la pérdida. Después de haber llamado a la policía la primera noche, se sintió arrepentido y se negó a reportarlo por segunda vez.
El muchacho aceptó el sarape y lo jaló para cubrirse los hombros, mientras que Cipriano estiraba la parte inferior para proteger sus pies.
- Estos muchachitos de hoy ya no se conforman con extrañar a sus amigos. Ahora les hacen compañía en el panteón – murmuró, mientras regresaba a la reja frontal.
Me despertaron a las cuatro de la mañana. Mi mamá me despertó a base de sacudidas y golpes en el cuerpo. Según sus balbuceos, llevaba toda la noche esperando por mí, y nunca me aparecí. El velador trataba de calmarla, diciéndole que no le afectaba que me durmiera aquí, pero mi madre lo callaba alegando que ese no era el punto.
- El niño extraña a su amigo – continuaba.
- Señor, por favor no se meta. Además esto no es una conducta normal – espetó mi madre.
Me valía más actuar como si dormir en un panteón fuera uno de los actos comunes y cotidianos más comunes y cotidianos de la vida. Agradecí al velador por el sarape y acompañé a mi madre – quien por ese entonces no dejaba de gritar y pegarme en cualquier lugar – al carro.
Madrugada
- ¿Pues qué le hiciste a la pobre niña, qué no tienes suficiente con el daño que me haces a mí con tu actitud? – gritaba mientras se saltaba un alto. Las ojeras se le pronunciaban mucho, y su cara sin maquillaje la hacían ver más anciana de lo que ya era.
- Laura cree que Seth le estaba poniendo el cuerno desde hacía tiempo. Y las circunstancias en las que murió… bueno piensa que se había ido a Playa antes de chocar.
Mi mamá se quedó callada ante mi respuesta. Ella también consideraba esa posibilidad, o al menos eso pensé. Era hora de cerrar la boca.
- Sabes que no me gustó nada que regresaras con ese niño. Es que… solamente mírate – comenzó a sollozar, dificultándose el trabajo de hablar – estás como una calavera. Durmiendo en su tumba, desapareciéndote todo el día, no vas a la escuela, esto no es normal, Dani. No puedes vivir así, aferrado al pasado.
Me estaba desesperando. No era momento de escuchar las consecuencias de ser amigo de Seth, ni de denigrarlo de esa manera. Aún no entiendo cómo es que tendemos a santificar y glorificar a los muertos. Los recordamos sin defectos ni errores, exaltando en todo momento sus cualidades. Aún así, Seth era mi mejor amigo.
- Seth era mi mejor amigo – repliqué de una manera que se asemejó más a un capricho que a un argumento.
- Un mejor amigo no te abandona tantos años – respondió mi madre, saltándose otro alto. Era obvio que quería aprovechar las últimas horas de sueño que tendría antes de irse al trabajo.
En ningún momento hice contacto visual con mi mamá. La amaba, y nuestra relación se había fortalecido después de su divorcio, pero su actitud cambió mucho desde la muerte de Seth. En estos momentos, la tranquilidad de las calles y la ausencia de personas deambulando en las banquetas era lo que llamaba mi atención. La misma ciudad parecía estar muerta, los edificios y las casas erigiéndose como las ruinas de una sociedad extinta en sólo unas horas. Todos estaban escondidos, descansando. Excepto algunos. El auto pasó a una cuadrilla de adolescentes que caminaban a la mitad de la calle, sintiéndose los reyes de la noche. Rebaño de emos, ahora los entiendo.
Mañana
Desperté alrededor de las doce del día. La casa desierta. Mi cuarto convertido en una pocilga para puercos. Me deprimía abrir los ojos, bajar y encontrar el refri lleno de comida caducada. Tallándome los ojos, salí al balcón a fumar un cigarro. El humo del tabaco mitigaba un poco el hambre que sentía. No había comido nada desde la mañana anterior, debido en parte al ajetreo sufrido durante todo el día. Laura y sus preguntas me obligaron a quedarme con mi café, no iba a quedarme a engullir un caldo tlalpeño con sus insistencias de ir a Playa. Y después de ahí, digamos que la tristeza desvaneció la presencia del hambre, hasta que mi madre me despertó. Ahora, trataba de saciarme con el puro humo, cosa que sólo me acarreó fuertes mareos. Pasé la mañana en mi cuarto, aburrido, desesperado, acorralado. El dolor de la pérdida abatía mis esfuerzos por seguir adelante, me arrebataba las esperanzas de vivir. No quería pensar en la pendejada de que todo me recordaba a Seth, por lo que me abstenía de tocar todo aquello que me recordara a Seth. Terminé dormido de nuevo, acostado a lo ancho de la cama, con mi rostro hundido en un peluche de Scooby Doo y el cabello cubriéndome completamente el rostro. Me resignaba a saber cualquier cosa del mundo. Al menos por ese día.
Playa por primera vez
“Olvídate de Playa”. Sabias palabras, Daniel. Pero ya estoy aquí y no pienso echarme para atrás.
Salí de la estación de autobuses de la Quinta Avenida en Playa del Carmen y la recorrí sin rumbo fijo en dirección a Playa Mamitas. Ya estando aquí, realmente aquí, no sabía qué hacer. Me senté en un banquito a repasar mis targets. El más obvio era Lalo, un amigo de Seth que vivía aquí, y con quien seguramente salió el día que murió. Y después de él… no tenía a nadie en realidad. Pensaba en preguntar en los Starbucks recién abiertos, haber si de casualidad lo habían visto, pero no tenía mucha esperanza de recibir una buena respuesta. Apenas recorrí tres calles y me di por vencida. El estar parada, sola, sin una razón sólida, a media ciudad me hacía sentir estúpida y ridícula. Comenzaba a sentir las extrañadas miradas de los turistas que se preguntaban qué hacía una muchacha parada a la mitad, viendo perdidamente la empedrada calle que se perdía en el horizonte. Si claro, me iría a parar a la casa de Lalo, ¿para qué? ¿Qué le iba a decir? ¿Mis conjeturas? Dios, iba a sonar como una loca histérica, empeñada en ensuciar el recuerdo del mejor novio que había tenido. Además Lalo era su amigo, por lo que encubriría sus fechorías sin dudar.
Las calles y personas parecían contaminadas por un veneno que las volvía horribles y groseras. El color de los edificios se me antojaba seco, viejo, maltratado. El aire tenía un olor fétido impregnando ropa y piel. Un malestar en el estómago comenzó a apretarse en torno a mis intestinos, mientras me invadía un palpitante dolor de cabeza. Y de pronto, comenzaron los recuerdos, asaltándome como violentas profecías de una vida que jamás volvería a abrazarme. En cada esquina me veía con mi antiguo novio, comiendo una nieve, tomando un café, viendo tiendas, besándonos. Cuánta razón tenía Daniel. Había sido un gran error venir a Playa.
Resignada, comencé mi viaje de vuelta a la central camionera, pero me detuve en el muelle para ver el espectáculo de colores que ofrecía el atardecer. Aún golpeada por la inesperada muerte de mi novio, me aferré al orgullo que me mantenía de pie y esperé a que el sol desapareciera del otro lado de la ciudad, esperé hasta que los hermosos colores rosas, naranjas y azules de las nubes y el cielo desaparecieron. Caminé un rato más, despejada de mi obstinación por encontrar pistas de Seth, cuando, en donde menos esperaba, creí verlo de pie, oculto tras unos autos, como esperando algo o a alguien. Al parpadear, Seth desapareció de la vista. Confiando en que eran viles trucos mentales de los que Daniel me advirtió, entré a la estación buscando un camión que me alejara de ese lugar.
Llamada
El celular sonó como a las once de la noche. Interrumpiendo mi capítulo de Supernatural, contesté la llamada algo apático, luego de comprobar que Laura quería molestar de nuevo.
- ¿Qué pasó? – contesté, sin ninguna intención de parecer atento o gentil.
Sollozos al otro lado del auricular. Laura estaba tan perturbada que balbuceaba sin sentido. Imploré paciencia y cordura.
- Laura cálmate, ¿Qué pasó?
- Tenías razón, Daniel – dijo, calmándose durante unos segundos.
Bingo.
- Fuiste a Playa – aseguré.
- Sí – respondió, antes de lanzar otro lastimoso gemido.
- Laura, te lo dije no mames. ¿Y qué pasó?
- Pensé verlo antes de… de venirme – comenzó a sollozar de nuevo.
Retiré el celular, de mi oreja mientras me sobaba los lagrimales. Pinche vieja.
- Nena, está bien. Sólo hay que aceptar que se fue – comencé.
La llamada se cortó. Seguramente me había colgado. No le di importancia al asunto.
Un tanto mejor ahora...
sábado, 9 de febrero de 2008
Récord en el guión
viernes, 8 de febrero de 2008
La inspiración como variable de mi estado anímico
Sin embargo, ese deseo tiene que ser suprimido por las prioridades, que es en sí el tener el media kit de la Gaceta de Comunicación listo para mañana. Ni modos, ya escribiré algo chido en otra ocasión. Mientras tanto, estoy a punto de terminar el primer borrador del comienzo de "Vampiros: El Eclipse de la Vida", pero aún me falta pulirlo.
martes, 5 de febrero de 2008
Terrible, simplemente terrible.
Cuando no queda nada
Cuando tu mente se envuelve en una goma de parálisis
Cuando tus sentidos inundan tu piel, exudan por tus poros y expanden tu conciencia
Hacia las fronteras más recónditas del universo
Incluso el instinto más poderoso,
Las capas de la mente que sobresalen en la desesperación,
Las neuronas que se reservan para el peligro de muerte,
Ven bloqueada su función,
Se pierden en la selva de paranoia,
Y se rinden ante la marea que, orgullosa, las devora.
Cuando no queda nada,
Aparece una última línea de defensa,
Un último comandante que se carga a lo desconocido
Cuando no encuentras nada más por hacer,
Comienza a reír.
Ríe hasta que las costillas duelan,
Ríe y llena de aire tu sistema
Ríe para olvidar, ríe para purificar
Ríe sin remordimientos
Ríe sin demora
Ríe sin parar
Y te prometo, de verdad te prometo
Que la lucidez llegará, cuando la risa haya blanqueado tu espíritu.